Un informe sobre la deforestación en el diario Crítica de la Argentina, de Buenos Aires, salido el día de hoy, 02 de mayo de 2008. Copio y pego un fragmento:
"Perdón, ecólatras: el boom ochentista de la soja en la Pampa Húmeda fue, blanco sobre negro, bastante bueno para el país, al menos.
Antes de eso, cualquier cosa que se sembrara suponía una pasada previa de la rastra de discos para destruir las raíces de las malezas competidoras. Esos sistemas de raíces atan la capa fértil al suelo: su supresión por roturado profundo permite que se la lleven las lluvias. En esas condiciones, expulsadas las vacas que restañaban los suelos dejados en descanso, o “barbecho”, los cultivos desencadenaron procesos erosivos fortísimos que afectaron el corredor productivo entre Rosario y Santa, la zona núcleo, la más chiche-bombón de la ecorregión, donde hoy una hectárea se vende a diez mil dólares.
La plantita de soja en sí tiene sus handicaps, como reconoce el ingeniero agrónomo Daniel Valerio, director de la revista Súper Campo. Los tallos y hojas están llenos de nitrógeno (que enloquece a las bacterias), y se cosecha muy a ras del suelo. De modo que cuando el chacarero se llevó los porotos en camión, no queda mucha planta remanente (o rastrojo) sobre el terreno, y eso que queda en pocos días es transformado por las bacterias en unos miserables palitos.
En cambio, la celulosa vegetal abundante, poco nitrogenada y en putrefacción lenta, como la que generan el trigo y el maíz, es lo que le da estructura, aireación y salud al terreno. No es reemplazable: por mucho abono sintético que se ponga, el monocultivo de soja es como hacer minería de celulosa y materia orgánica, pura extracción de carbono.
Por eso, dice Daniel Valerio, conviene alternar la soja con maíz, sorgo o trigo. Claro que ningún gobierno obliga a ningún productor a rotar cosechas, y esto –con tanta agricultura tercerizada, ejecutada por contratistas sobre tierras de dueño ausente– se va a pagar caro.
El monocultivador es mono con navaja, y se necesitan algunas herramientas jurídicas para combatirlo.
En 1996 la cosa cambió en parte cuando se autorizó la plantación
de la soja transgénica RR, de la Monsanto, que se puede sembrar “en directa”, casi sin roturar, con costos bajísimos de desmalezamiento. Como la planta se banca el herbicida glifosato, una buena pulverización y chau malezas, sólo sobrevive el cultivo
Pero en los 90 el porotito se derramó hacia el norte e invadió el Gran Chaco, barriendo con las isletas remanentes de quebracho. Y es que hay razones lucrativas para el monocultivo en el Gran Chaco. Un terreno con monte nativo, en –pongámosle– el departamento de Moreno, Santiago del Estero, se vende a 100 dólares la hectárea. Se compra, se pasa la topadora, y ahora mágicamente vale, guau, 1.500 dólares la hectárea. Pero en lugar de revenderlo ya mismo, para sacar aún más sangre, se lo monocultiva con soja algunos años… Reventará el suelo, pero ¿no es un negoción? El dueño siguiente, o el subsiguiente, tal vez abandone el sitio, al primer afloje del precio internacional, y el lugar se llenará de espinal.
Como dice el ingeniero agrónomo Daniel Valerio, director de la revista Súper Campo, con cambiar la ley de arriendos y permitirle al contratista o pool a quedarse en el mismo sitio al menos un mínimo de cinco años (hoy sólo se le garantiza un año), resultaría más rentable no reventar el suelo ajeno que hacerlo, habida cuenta de la demanda desesperada de tierras que se ve hoy. “Es lo que hacían los antiguos romanos, mirá que tontos que eran”, comenta Valerio.
Hoy, para sacar a los chacareros de las barricadas, el Gobierno les promete subsidiarles el flete. Paradojas: si llega a cumplir, adiós bosques chaqueños remanentes".
Más de un siglo incendiando Monte